Crianza Respetuosa en la Práctica Herramientas y ejercicios prácticos para implementar la crianza respetuosa Spanish Edition eBook Mayte F Lurbe Cristina Núñez Pilar Jiménez Descargar i Crianza%20Respetuosa%20en%20la%20Pr%26aacutectica%20Herramientas%20y%20ejercicios%20pr%26aacutecticos%20para%20implementar%20la%20crianza%20respetuosa%20Spanish%20Edition%20eBook%20Mayte%20F%20Lurbe%20Cristina%20N%C3%83%C2%BA%C3%83%C2%B1ez%20Pilar%20Jim%C3%83%C2%A9nez
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Nos encontramos en un momento social en el que, pese a que los derechos de los niños se reconocen y defienden, la realidad es que, en muchos entornos, siguen siendo tratados de manera que resultaría intolerable para un adulto, y se les trata como ciudadanos o personas de segunda clase.
Si miramos a nuestro alrededor vamos a ver violencia y comportamientos que nos aterran, paralizan y asquean. Guerras, maltratos, abusos, pobreza extrema, expolios y tráfico de personas… si no normalizados, sí normales.
¿Es, de verdad, inevitable que los seres humanos tengamos tanta indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y no dudemos en causarlo para lograr nuestros fines?
Ante esta realidad hay dos posturas contrapuestas. Una aboga por ajustar el comportamiento del niño a la ética por cualquier medio, incluso usando aquellas acciones que rechazamos la humillación, el abandono emocional, la agresión física. Otra manifiesta que solo reproducimos, en general, aquello que hemos aprendido de nuestro entorno, así que la mejor y más efectiva manera de educar seres humanos respetuosos, empáticos y capaces de cooperar, es usar ese modo de trato desde la infancia.
Este libro es para los que sentís que la segunda opción es la que queréis para vuestra familia pero que, confusos ante multitud de mensajes contrapuestos de psicólogos o educadores, y con el peso de una crianza autoritaria, no estáis muy seguros de cómo lograrlo.
La educación emocional en el hogar y en el aula es un elemento de extraordinaria importancia en la Pedagogía Blanca. El ser humano nace dispuesto a conectar emocionalmente con otros y a escucharlos y escucharse a sí mismo, pero no olvidemos que somos seres sociales y muy complejos para los que el aprendizaje de los adultos es una base fundamental del desarrollo. Por eso hay que enseñar empatía y educación emocional.
Los adultos puede que lleguemos a ser padres con nuestra capacidad de empatía dañada si cuando éramos niños no fuimos respetados y escuchados, se negaron nuestros sentimientos y necesidades y se nos negó consuelo, aceptación o expresiones de cariño. Quizá el primer paso indispensable para que nuestros hijos sean empáticos es solucionar nuestros propios daños emocionales y, en algún caso, podría ser necesario que buscásemos ayuda profesional para hacerlo. Si nosotros mismos tenemos dificultades para empatizar con el niño o con otras personas, va a resultarnos complicado ser un ejemplo y un buen transmisor. Y no podemos abandonar al niño solo en esta construcción porque el ser humano no está preparado para ello, necesitamos ejemplos activos.
Y es que ser un buen ejemplo, un ejemplo correcto, es la manera en la que ellos van a aprender sobre emociones y empatía. Los niños aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos que hay que hacer. Y con respecto a la empatía, algo tan emocional y vivencial, esto es doblemente cierto. Vuestra actitud y la manera en la que habláis a los demás y de los demás es lo que ellos entenderán como la manera correcta de comportarse, y percibirán cómo funcionan las conexiones entre las personas. Cuidad cómo os tratáis entre vosotros, los adultos, especialmente cuando haya un conflicto o una diferencia de opinión.
Usar castigos, represión, amenazas o forzarlos a hacer cosas contrarias a sus necesidades y mostrarnos duros e incapaces de conectar con sus emociones es la manera en la que garantizamos que ellos vayan a tener graves dificultades para ser empáticos.
Por supuesto, la manera más clara en la que vamos a transmitir empatía y buenas habilidades de comunicación es que nosotros seamos empáticos con el niño, nos sepamos poner en su piel, entender sus emociones y motivos, escucharlo activamente y no imponer nuestros juicios.
Nada compra el ejemplo, el cariño, la cercanía, el tiempo compartido, la conexión, la comprensión del otro, el amor construido sobre experiencias y sobre dedicación.
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Si miramos a nuestro alrededor vamos a ver violencia y comportamientos que nos aterran, paralizan y asquean. Guerras, maltratos, abusos, pobreza extrema, expolios y tráfico de personas… si no normalizados, sí normales.
¿Es, de verdad, inevitable que los seres humanos tengamos tanta indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y no dudemos en causarlo para lograr nuestros fines?
Ante esta realidad hay dos posturas contrapuestas. Una aboga por ajustar el comportamiento del niño a la ética por cualquier medio, incluso usando aquellas acciones que rechazamos la humillación, el abandono emocional, la agresión física. Otra manifiesta que solo reproducimos, en general, aquello que hemos aprendido de nuestro entorno, así que la mejor y más efectiva manera de educar seres humanos respetuosos, empáticos y capaces de cooperar, es usar ese modo de trato desde la infancia.
Este libro es para los que sentís que la segunda opción es la que queréis para vuestra familia pero que, confusos ante multitud de mensajes contrapuestos de psicólogos o educadores, y con el peso de una crianza autoritaria, no estáis muy seguros de cómo lograrlo.
La educación emocional en el hogar y en el aula es un elemento de extraordinaria importancia en la Pedagogía Blanca. El ser humano nace dispuesto a conectar emocionalmente con otros y a escucharlos y escucharse a sí mismo, pero no olvidemos que somos seres sociales y muy complejos para los que el aprendizaje de los adultos es una base fundamental del desarrollo. Por eso hay que enseñar empatía y educación emocional.
Los adultos puede que lleguemos a ser padres con nuestra capacidad de empatía dañada si cuando éramos niños no fuimos respetados y escuchados, se negaron nuestros sentimientos y necesidades y se nos negó consuelo, aceptación o expresiones de cariño. Quizá el primer paso indispensable para que nuestros hijos sean empáticos es solucionar nuestros propios daños emocionales y, en algún caso, podría ser necesario que buscásemos ayuda profesional para hacerlo. Si nosotros mismos tenemos dificultades para empatizar con el niño o con otras personas, va a resultarnos complicado ser un ejemplo y un buen transmisor. Y no podemos abandonar al niño solo en esta construcción porque el ser humano no está preparado para ello, necesitamos ejemplos activos.
Y es que ser un buen ejemplo, un ejemplo correcto, es la manera en la que ellos van a aprender sobre emociones y empatía. Los niños aprenden de lo que hacemos, no de lo que decimos que hay que hacer. Y con respecto a la empatía, algo tan emocional y vivencial, esto es doblemente cierto. Vuestra actitud y la manera en la que habláis a los demás y de los demás es lo que ellos entenderán como la manera correcta de comportarse, y percibirán cómo funcionan las conexiones entre las personas. Cuidad cómo os tratáis entre vosotros, los adultos, especialmente cuando haya un conflicto o una diferencia de opinión.
Usar castigos, represión, amenazas o forzarlos a hacer cosas contrarias a sus necesidades y mostrarnos duros e incapaces de conectar con sus emociones es la manera en la que garantizamos que ellos vayan a tener graves dificultades para ser empáticos.
Por supuesto, la manera más clara en la que vamos a transmitir empatía y buenas habilidades de comunicación es que nosotros seamos empáticos con el niño, nos sepamos poner en su piel, entender sus emociones y motivos, escucharlo activamente y no imponer nuestros juicios.
Nada compra el ejemplo, el cariño, la cercanía, el tiempo compartido, la conexión, la comprensión del otro, el amor construido sobre experiencias y sobre dedicación.
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